El Guaire: Caudal de Imaginarios
¿Qué tiene el río Guaire que sigue dándole significado a nuestro valle caraqueño? Muchos no dan nada por él; otros lo ignoran con desdén. Pero hay otros que, al verlo ―en mi caso― entrevén un "relato de fe", como lo sugiere José Ignacio Cabrujas. Pese al olvido, el río despierta una Caracas posible entre nosotros.
Al borde del exterminio, el Guaire es el símbolo del Valle originario y el de hoy. Cuando lo veo de reojo desde la autopista, algo se me dispara en mi interioridad. Eso me hace imaginar una ciudad en constante movimiento.
El río atestigua, más allá de su potabilidad y peculiaridad territorial, el proceso de modernización cultural y urbanístico de Caracas. Es testigo y protagonista a la vez, y nos acompaña, queramos o no, en un mismo proceso de intercambio existencial.
Delta posible
Por debajo del anárquico amasijo urbano veo una sustancia identitaria que me une a este valle coronado por el Ávila y bañado por quebradas milenarias. Cabrujas apunta que para vivir en Caracas hay que ser "arqueólogos del derrumbe". Un ejercicio que consiste en redescubrir esa "naturaleza" impregnada en el Valle, la "única constancia" ―como el Sol y la figura del Naiguatá― que aún nos queda luego de tantos exilios y desengaños. Y es verdad.
Escribe: “De allí que la ciudad que hemos construido es un eterno regreso al futuro. Algo nos espera. Algo que intuimos como un logro, como una certeza, como el sitio donde seremos capaces de reconocernos, al modo platónico de la caverna”.
¿Cómo hacer para que el río nos hable y nos muestre no sólo su transformación, sino las insistentes dinámicas entre el hombre y lo natural en este valle? Pues, situarnos en los cauces simbólicos que lo cruzan y construir canales capaces de revivir voces, lenguajes, imágenes, memorias y deseos. Navegar por una sustancia colectiva dinámica, cambiante y viva, a pleno sol y bajo la música callejera. Porque, pese a los dolores y contradicciones de nuestra ciudad moderna, sigue siendo “la cosa humana por excelencia” como apuntó Claude Lévi-Strauss.
Caudales de sentido
Para integrar al río Guaire en sus distintas posibilidades de apreciación urbanística, histórica y cultural, hay que adaptarse a la naturaleza de los fluidos. Ampliar nuestras percepciones y navegar por nuestro imaginario colectivo, sin temor a la fragmentariedad y discontinuidad. Porque lo líquido es creatividad, movimiento y cambio, así como el lenguaje con que pedimos la parada en el autobús citadino.
Lo líquido también tiene que ver con lo emocional y la imagen. Por eso es necesario rescatar el “material representacional” como lo hace Arturo Almandoz, donde el dato histórico, el aporte sociológico y la sensibilidad literaria recrean el proceso urbanístico de las ciudades venezolanas contemporáneas. Son esos “momentos del imaginario”, “modos de vida” y demás experiencias mediadoras los que alimentan nuestro sentir e identidad capitalina.
¿Cómo se apreciaba el cruce del Guaire en la Caracas de los techos rojos (la pueblerina, la conventual) respecto a la Caracas rentista, apresurada, cosmopolita de mediados del siglo XX? ¿Cómo puede ser testigo el Guaire de las modificaciones implacables de sus márgenes y del florecimiento de las urbanizaciones a lo largo y ancho del valle? ¿De qué forma nuestros escritores venezolanos, y por qué no, viajeros y visitantes ilustres, han representado el paisaje citadino y su vinculación con sus ríos?
La ciudad es mi presente
Las aguas del Guaire, así como las de todas las quebradas y riachuelos que confluyen en él históricamente, pueden echarnos en cuento de un proceso social de amplio espectro y enriquecer nuestro hábitat urbano. Yo la entreveo como una aventura de navegación.
Solo así experimentaríamos el nivel conciencial de Jorge Luis Borges cuando escribió, refiriéndose a Buenos Aires: “Esta ciudad que yo creí mi pasado/ es mi porvenir, mi presente”. Cuando el fluido del imaginario nos haga recobrar el movimiento urbanístico, recobraremos no sólo la fe por este valle, sino que la haremos más habitable y llevadera.
Atrás quedaría el derrotismo y el olvido, para transar un esfuerzo que nos movilice a la ciudad que cada uno de nosotros lleva dentro. Así como lo resolvió el poeta Carlos Augusto León: “…Cuánto frío rodaba por tus calles, cuánta sombra salía de tus casas, negadora ciudad para un torrente en busca de su cauce. Gracias te doy por tanto”. En fin, un volver al caudal diverso y originario para reconciliarnos con la ciudad.