Guaire: Un posible punto focal convertido en omisión (in)voluntaria
Desde un sentido literal, podemos comprender a un río como una corriente o flujo de agua que discurre a lo largo de una extensión determinada. Existen numerosos ríos en el planeta, lo cual llega a ser bastante curioso si nos ponemos a pensar en cuánto realmente conocemos o interactuamos con ellos en nuestro día a día, y es que a pesar de que sea una tarea algo complicada, ya que cada cuerpo de agua es completamente diferente a otro (en su ubicación, en cómo fluye, su vegetación, hasta en cómo la luz tiene contacto con el agua, o en cómo su entorno se desarrolla), un río puede incluso cambiar de un momento a otro. Me atrevería a decir que la persona promedio no conoce o no se ha relacionado con un río de forma directa, ya sea aproximándose a él para contemplarlo detalladamente (o dar una ojeada rápida en señal de admiración), estudiarlo y menos bañarse en él, aunque ciertamente estas actividades dependen de muchos factores, como el interés particular de los individuos, las condiciones del río y sus alrededores, la seguridad y la fama o reputación que posea dicho río en particular, un punto bastante importante a considerar.
Los primeros asentamientos se localizaban en cercanías a cuerpos de agua, todo esto debido a su importancia para el ser humano, ya que es un bien imprescindible y sinónimo de vida; muchos asentamientos primitivos fueron evolucionando hasta convertirse en las ciudades que conocemos hoy en día. Los ríos dan forma a las ciudades, pueden servir de diversas maneras ya siendo limites o conexiones; éstos también pueden verse transformados por ellas y sus habitantes, de forma tanto favorable como perjudicial, como hitos o estorbos.
Existen ríos que son inmensamente alabados por sus habitantes, transformándose en iconos de los lugares por los que transcurren, pero existen otros que fueron dejados de lado, olvidados y convertidos en cloacas enormes que sus ciudadanos solo desean olvidar o pasar por alto, y si llegasen a verlos o recordarlos, moverían la cabeza en señal de desaprobación, lanzarían algún comentario despectivo o simplemente tratarían de ignorarlos para evitarse una molestia. Tal vez al leer esto más de un caraqueño sienta cierta identificación con este sentimiento, ya que es precisamente lo que pasa en la actualidad con el río Guaire.
Si hiciésemos un ejercicio rápido de preguntarle a diferentes personas que dijesen un icono de Caracas, es sumamente probable que la mayoría de como respuesta el Ávila, y también es muy probable que ninguno mencione al río Guaire. Sin entrar en un debate de ¿por qué él sí y yo no?, solo buscamos hacer una pequeña comparación entre dos accidentes geográficos caraqueños, con un Ávila siendo el máximo representante de la belleza de Caracas en la cultura popular, como si de un guardián desde las alturas que arropa la ciudad se tratara y un Guaire hundido en sí mismo en conjunto con la basura literal y figurativa arrojada sobre él.
Según parece, el Guaire siempre ha sido bastante controvertido a pesar de tener un grandísimo potencial. Aunque una imagen no pueda contar todo lo que sucedía en aquel entonces, había un interés en conocerlo y ante estas visitas se generaron ilustraciones, pinturas y fotografías realizadas en épocas pasadas que nos muestran y retratan un Guaire completamente diferente al que conocemos, uno que si nos lo enseñaran sin decirnos su nombre o darnos un poco de contexto, simplemente no reconoceríamos, o incluso puede que no creeríamos que es él si nos lo dijesen, todo debido a la imagen tan radical que hemos generado en nuestra mente y a la que estamos tan acostumbrados.
Existen ciertos puntos que han contribuido a la fama que el Guaire ha ido ganando con el pasar del tiempo, empezando por el hecho de que río era un término cuya definición no podía llenar. Así, en palabras de Francisco DePons (viajero francés que visitó Caracas desde 1801 a 1804) tenemos: “El primero, llamado El Guaire, limita por la parte sur, sin penetrar en la ciudad. Aunque no suficientemente caudaloso para darle el nombre de río, lo es bastante para merecer uno más honroso que el de arroyo”. En un segundo punto, sus desbordes que han alertado a la ciudad en varias ocasiones, en las que se destacan: actual zona de Parque Central en 1892, el Paraíso a principios del siglo XX, Las Mercedes en 1958, Las Adjuntas en los 70s y en La California en los 90s, así como en muchas otras oportunidades recientes que han tomado lugar durante los últimos 20 años1. En tercer lugar, el punto de inflexión que ha generado consecuencias graves hasta la actualidad: su transformación en una alcantarilla urbana. Y es que, si bien la dotación de cloacas a la ciudad de Caracas durante la época Guzmancista fue un gran aporte para el proceso de urbanización, también ha significado una condena para este río, el que a pesar de no haber sido el favorito para bañarse o recolectar agua por los habitantes cercanos ya que poseía una fama cuestionable, empezó a convertirse en un transporte de desechos que recorrería la metrópoli hasta el presente.
La modernización de las ciudades ha provocado que sus habitantes se desconecten de sus cuerpos de agua, porque en un sentido práctico, ya no es necesario que las personas vayan al río a lavar la ropa, buscar agua para consumir o cocinar. Sin embargo, si estas ciudades evolucionan, nuestras conexiones con los ríos también pueden hacerlo. Hay ríos que desde siempre se han considerado en la cultura popular como hitos de las ciudades en las que se localizan, Londres posee su Támesis, París su Sena y Roma su Tíber (aunque no podemos omitir que su popularidad e importancia no los ha librado de tener problemas como una fuerte contaminación). Hay otros que en casos similares al Guaire igual han sido estigmatizados, en los que se han colocado etiquetas desdeñosas, sin embargo, estos han logrado redimirse a través de diversos proyectos los cuales no solo han cambiado su estado físico, sino que también han logrado modificar la percepción que la sociedad a su alrededor tenía de ellos:
- Río Mapocho, Santiago de Chile: Solía ser considerado como un sinónimo de suciedad y catalogado como problemático; al igual que nuestro Guaire, solía ser un canal que recibía aguas servidas, pero luego del proyecto “Mapocho Urbano Limpio” (2007-2010) ha sido aseado y su etapa de cañería urbana ha finalizado, adicionalmente para ayudar a cambiar la percepción de los ciudadanos y fomentar su contacto con el río se originó “Mapocho 42k”, una iniciativa que conectan el río a la ciudad a través de espacios públicos verdes y ciclovías.
- Río Chicago, Estados Unidos: Un río navegable que anteriormente era llamado “el río apestoso/pestilente”. A principios del siglo XIX el Distrito Sanitario decidió redirigir sus aguas hacia el río Misisipi, alejándolas del lago Michigan, posteriormente en la década de 1990 comenzaron labores de limpieza y saneamiento; en la actualidad es un icono de la ciudad de Chicago. Existen proyectos como The North Branch Chicago River Framework Plan para generar espacios públicos, recreativos, de transporte y vialidad.2
- Río Cheonggyecheon, Corea del Sur: Este río fue sumamente contaminado desde 1950 al ser utilizado como alcantarilla. Posteriormente fue cubierto con concreto y años después transformado en una autopista. En 2003 el alcalde de Seúl, Lee Myung-Bak inicia la demolición de la autopista y recuperación del río, lo cual ha contribuido en la movilidad de la ciudad además de generar un gran espacio público para sus habitantes.3
Claro que estos ríos son morfológicamente distintos al Guaire, ubicados en territorios y culturas completamente diferentes. Sin embargo, lo importante de conocer estos ejemplos (y muchísimos más que deben existir) es entender que sí es posible cambiar el estado y condición de un río, que este puede asearse, sanar, mejorar y explotar ese gran potencial que posee.
El Guaire tiene la posibilidad de cambiar eso, y sobre todo la opinión que tiene la población caraqueña con respecto a él, aunque también hay que tener muy en cuenta que puede ser sumamente complicado de lograr, modificar la perspectiva sobre algo que está tan arraigado al pensamiento colectivo.
Al pensar en las razones por las cuales muchos ríos no han sido recuperados, se asume que se debe a su condición de altamente ambiciosos y costosos para las ciudades, requieren un gran presupuesto y tiempo de planificación y desarrollo. Sin embargo, sus beneficios sociales (una posible generación de nuevos espacios que generen intercambios entre los ciudadanos); ambientales (reducción de la contaminación que ellos albergan y siendo posibles fuentes de vida) y económicos (fomentando desarrollo turístico y comercial de las zonas por las que transcurra), son merecedores de un esfuerzo para lograr un bien mayor.
No todos están destinados a la gloria (o por lo menos es difícil llegar a ella sin algo de ayuda, ¿no?), y el Guaire sabe esto perfectamente. Por el momento, parece que lo seguiremos conociendo como el río que pudo ser… pero que jamás fue, o intentando establecer un punto de vista un poco más optimista, que todavía no ha sido. Podremos considerarlo horrible, sucio, maloliente, o decir que es un simple riachuelo, que no es navegable o que no es nada más que una enorme cloaca que atraviesa toda Caracas, pero este río es parte de nuestra identidad, un reflejo de cómo somos, de cómo lo hemos tratado y dejado de lado sin darle una oportunidad para redimirse de un daño que las mismas personas que lo juzgan le han causado, así que allí seguirá, esperando pacientemente por alguna oportunidad.
Este río es testigo de los constantes cambios que ha tenido la ciudad, ha presenciado cada victoria, cada crisis, observando de forma silenciosa, y nos guste o no, independientemente de la opinión que tengamos sobre él, estuvo aquí antes que nosotros y seguirá estando aún después de que nos vayamos.